lunes, 28 de julio de 2008

Incierto


Me levanto temblorosa, observo por la ventana entre abierta, el cielo esta nublado y sin embargo no llueve, el aire se viste de una niebla suave y cálida que adormece los sentidos. Mis ojos están cansados, mis labios lastimados por el ayer, y mi alma en estado critico después de tu noticia.
La ciudad en plena madrugada mientras preparo el desayuno fantasma y mentiroso desde hace más de seis años esta perfumada de una fragancia extraña pero agradable. Pareciera desde esta habitación que el ritmo de los lunes pesa mas de lo que debería, que la ráfaga del fin de semana se esfumo sin que algunos llegaran a sentirla.
Algo de mi suele extrañarte, algo de tu ausencia parece no sentirse.
Me acerco al espejo, mi piel después de mucho tiempo vuelve a ser transparente, ese transparente que lastima, rasga y duele. Mi memoria recuenta, se convierte en conciente en su propia locura, descubro que hace más de nueve días que mi cuerpo no sabe lo que es alimentarse. Pero no reclama, hasta el se acostumbro. La presión parece estar bajo tierra, mis manos esclavas del frió ya no recuerdan lo que era una circulación justa.
Mi sangre se altera, mi estomago grita, mi garganta se desgarra, mi cabeza estalla, mis huesos sobresalen, mi corazón late cada ves con menos fuerzas, con menos ilusiones.
La balanza indica unos cuarenta kilos que visten todas mis soledades rodeada de gente y de nadie. En la radio suena el cantautor que aun hoy se lleva mis suspiros, y mi alma agradece esta caricia.
Una parte de mi huye, camina en un sentido directo, concreto a ese lugar sin fin, a ese lugar en donde el presente se ve lucido, eterno y sincero, pero otra parte, la mas oscura, la mas perturbada retoma el pasado entre las brisas que abrazan a este cuerpo. Una parte aun sigue cavando la tumba que quiere llenar, una parte de mi busca la vida y otra la muerte. El espejo parece estar cansado de mis cambios, de no reconocerse, de perderse tanto en la soledad de no tenerse.
Mis ojos están desesperados por volver a sentir y mi garganta arde entre llamas intensas, esas que no quieren apagarse.
Salgo a la calle, en un esfuerzo brusco de mis vértebras, respiro una y mil veces en un intento vano de resucitar aquello que ya no vive.
Y comprendo que la anorexia no solo consumió mi cuerpo sino mi vida…

1 comentario:

Anónimo dijo...

Que bueno q te des cuenta q esa enfermedad consumio tu vida. Pero mas alla de darte cuenta estaria bueno q hiciera algo por revertir esa triste situacion.
Besos

Cuidate mucho